Es curioso ver cómo la peregrinación a Fátima parece inofensiva. Todos juntos, allí, donde hay corroborados poco mas de 60 milagros en mas de 100 años, de cientos de miles de personas que van allí todos los años (qué poco acierto tienen las presuntas deidades).
Es curioso ver cómo van todos, con sus velas, en procesión. Se crea un sentimiento de solidaridad grupal tremendamente atractivo. Cómo decirlo; sientes -digamos- una especie de envidia, al no poder compartir esa comunión, ese todos a una.
Es curioso luego escuchar a chicas de 18 años, que se presuponen (al menos legalmente) mayores de edad, que dicen que ellas piensan (o el Papa piensa por ellas, en rigor) no usar el preservativo en su vida. Es curioso que piensen que representa algo inaceptable.
Es curioso que millones de personas mueran al año por culpa del VIH, y que parte de esas muertes traigan causa de que la religión católica no lo tolere.
Es curioso que luego se diga que las religiones son buenas.
No existe el derecho a adoctrinar, existe el derecho a enseñar a pensar.
Pero de eso no se hacen pegatinas.