Junto a carros cargados de tesoros y armas, el conquistador guiaba el carro triunfal, precedido de prisioneros encadenados. A veces incluso sus hijos vestidos de blanco iban con él o montaban los caballos del tiro, pero lo que nunca faltaba era un esclavo detrás del conquistador sosteniendo una corona dorada.
Ese esclavo le susurraba una advertencia; que toda gloria es pasajera.
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