¿Buscarme un protector? ¿Un amo tal vez? ¿Dedicar, si viene al caso, versos a los banqueros? ¿Convertirme en payaso? ¿Adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro?
¡No, gracias!
¿Adular el talento de los canelos? ¿Vivir atemorizado por infames libelos y repetir sin tregua: ¡Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre escrito en letras de oro!?
¡No, gracias!
¿Sentir terror a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas? ¿Coleccionar medallas? ¿Urdir falacias?
¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!...
Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar solo, ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo por un sí o por un no, batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo; posiblemente no volar muy alto, pero solo.
Y a qué se agarra la humanidad entonces?...
ResponderEliminarA sí mismos. Ya va siendo hora de quitar los ruedines de la bici
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