La Filarmónica de Viena, dirigida por el francés Georges Prêtre, interpreta la Marcha Radetzsky, de Johann Strauss.
Un espectáculo conmovedor; pues en plena Viena, con un público entregado, como cada primero de año y en honor al mariscal de campo Joseph Wenzel Radetzky, suena la máxima expresión del orgullo austriaco.
¿Buscarme un protector? ¿Un amo tal vez? ¿Dedicar, si viene al caso, versos a los banqueros? ¿Convertirme en payaso? ¿Adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro?
¡No, gracias!
¿Adular el talento de los canelos? ¿Vivir atemorizado por infames libelos y repetir sin tregua: ¡Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre escrito en letras de oro!?
¡No, gracias!
¿Sentir terror a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas? ¿Coleccionar medallas? ¿Urdir falacias?
¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!...
Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar solo, ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo por un sí o por un no, batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo; posiblemente no volar muy alto, pero solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario